Por un referente constructivo crítico desde IU, comprometido y coherente en la movilización social para una alternativa trabajadora y joven a la crisis económica, en el proceso de formación de los foros para la refundación de la izquierda.

lunes, 28 de abril de 2014

Rebelión. Cuatro Mareas.

El 26 de abril saldrán a la calle las Mareas Verde, Blanca, Roja y Naranja. Cada una por sus reivindicaciones y objetivos, que comparten en común: la defensa de lo público, el rechazo de los recortes y la exigencia de recuperar los derechos arrebatados y la inversión que fortalezca servicios fundamentales para la ciudadanía.

La Marea Verde reclamará la paralización de las agresiones que está recibiendo la educación pública madrileña y la derogación de la LOMCE. Con la excusa de la crisis los recortes ascienden en toda España a 6.400 millones de euros desde 2010 y han supuesto el despido de 35.000 profesores, mientras que el alumnado ha seguido aumentando. Se han endurecido las condiciones de trabajo del profesorado, ha aumentado la ratio de alumnos por aula, han suprimido programas de atención a la diversidad, becas de todo tipo, etc.

En la Comunidad de Madrid los ataques a la pública continúan y se potencia la privada concertada. Recientemente la consejera anunciaba en un congreso de escuelas católicas que se doblarían los recursos para este sector privado y confesional: parcelas y aumento de los conciertos intolerable desde el punto de vista del interés general. Por otro lado, siguen los ajustes con el cierre del cupo para niños de 3 años y de aulas de ESO y Bachillerato en los centros públicos y la negativa a construir otros nuevos centros en áreas de desarrollo.

La LOMCE es una amenaza para la escuela pública. Busca la privatización y la segregación clasista que se produce por varias vías: los itinerarios tempranos y la disminución de la comprensividad para todos, la derivación a la FP Básica, las reválidas, la especialización de los centros para que compitan entre sí, etc. La filosofía de la ley conduce a un aumento del fracaso escolar y a peores resultados en las pruebas internacionales.
En la Universidad se pretende una reforma que supondría el cierre de centros y grados, subida de tasas, despidos, introducción de criterios mercantilistas, falta de democracia y supresión de becas: la política de Wert hace que estudien los ricos en vez de los mejores y los que quieren estudiar.

La Marea Blanca de la Sanidad pública denunciará las privatizaciones y la reducción de la inversión. España es uno de los países desarrollados que más ha recortado desde 2009. La inversión en salud por habitante ya se encuentra por debajo de la media de la OCDE y el gasto medio por habitante es de 3.072 euros, lejos de los 3.339 euros de media de la OCDE. El empleo también se ha reducido en 55.000 trabajadores sanitarios menos que hace cuatro años.

Tras la victoria por la paralización cautelar de las privatizaciones de seis hospitales y de veintisiete centros de salud que pretendía la Consejería de Sanidad de Madrid, la lucha sigue. Porque continúa el cierre de camas hospitalarias, el despido de personal sanitario, el aumento de las listas de espera, las unidades de gestión clínica y las derivaciones a centros privados, como otras formas de deteriorar el servicio público y de privatizarlo.
La reforma sanitaria de Rajoy, con el real decreto 16/2012, convierte a los ciudadanos de beneficiarios en asegurados. Todo ello repercute en pérdida de la universalidad, exclusiones y perjuicios a los usuarios y una menor calidad del servicio. Las ONGs alertan de que los recortes se notan especialmente en la atención sanitaria a las personas inmigrantes, que ahora se excluyen si no están regularizados. También pierden la tarjeta los parados españoles que residan en el extranjero 90 días al año. Estamos hablando de unas 800.000 personas excluidas. Y está el copago farmacéutico que hace que los pensionistas tengan dificultades de acceso a las medicinas. Como dice Médicos del Mundo, “la reforma sanitaria vulnera el principio de universalidad del Sistema Nacional de Salud y ha profundizado las brechas de inequidad territorial entre unas comunidades autónomas y otras”

La Marea Roja denunciará que en los últimos cinco años los recortes acumulados de la inversión en I+D+i llegan a un 40%. España solo destina a ciencia el 0.52 % del PIB, cuatro veces menos que la media Europea. La investigación se orienta al servicio de los intereses empresariales y el 60% de los fondos de los PGE son créditos para las empresas. Es un modelo de investigación caracterizado por la ausencia de apoyo estatal, en la que el sector privado aporta el capital para la contratación de personal y aprovisionamiento de infraestructura. Esto supone, la pérdida de libertad en criterios científicos a la hora de orientar la investigación, el sacrificio de la necesaria investigación básica y la emigración o reconversión al sector privado de muchos de los investigadores.

Todo esto ha llevado a una situación de emergencia en la ciencia española: el CSIC al borde del colapso en varias ocasiones en los últimos dos años, despidos en centros como el Príncipe de Asturias de Valencia o el Centro Nacional de Investigaciones Oncológicas, y cientos de investigadores con años de experiencia a su espalda abandonado el país en un auténtico exilio científico. Precariedad y despidos: los recortes se han llevado por delante a 2.761 investigadores en Madrid.

La Marea Naranja defiende los servicios sociales y el Estado de Bienestar frente a los recortes, las privatizaciones y los cambios normativos que tienden a empequeñecerlo. Servicios como la teleasistencia, la ayuda a domicilio, proyectos para adolescentes y familias o ayudas a la mujer son algunos de los primeros en suprimirse por culpa de la falta de financiación.
Se considera imprescindible un sistema público de servicios sociales que asegure una atención integral y de calidad para la ciudadanía. La defensa de la intervención social como una inversión social y económica, que genera cohesión social y empleo. Exigen que no haya más recortes, pero sobre todo defienden la universalidad, la igualdad y la proximidad de los servicios a la ciudadanía. Sin servicios sociales no hay justicia social y ésta se basa en el reconocimiento de los servicios sociales como un derecho subjetivo y justiciable del ciudadano, no como una acción de beneficencia.

En resumen, todas las mareas rechazarán las agresiones y mostrarán su determinación para seguir movilizándose en la calle y en los centros para defender los derechos sociales y laborales y contra los recortes y el desmantelamiento de los servicios públicos fundamentales. Denunciarán también que el gobierno de Rajoy comete el profundo error de considerar los servicios públicos un gasto y no una inversión. Es tremendo ver como no falta financiación para sanear la banca, cubrir los agujeros de las autopistas, socializar las pérdidas de las grandes empresas y no hay recursos para las inversiones de futuro más rentables de un país. Porque como dice el lema de la manifestación: sin educación no hay ciencia, sin ciencia no hay sanidad, sin educación, ciencia y sanidad no hay servicios sociales. Y sin todo ello, no hay futuro. Sería deseable que, para cambiar las cosas, la ciudadanía convirtiera las próximas urnas en un plebiscito contra los recortes.

Rebelión ha publicado este artículo con el permiso del autor mediante una licencia de Creative Commons, respetando su libertad para publicarlo en otras fuentes.



sábado, 12 de abril de 2014

OCASIÓN PERDIDA

El 10 de abril la Presidencia Regional de IUCM dio el visto bueno a un acuerdo que se ha presentado en la prensa y ante la afiliación como la superación definitiva de las divisiones en la organización. También como el inicio de un camino de compromisos indispensables para encarar el largo ciclo electoral y político que se nos abre con las próximas elecciones europeas. Pero ¿realmente, es así?

La IX Asamblea regional adoptó un documento político en el que se establecía con claridad que, para derrotar al PP y las políticas neoliberales, era necesario articular, junto a los movimientos sociales, un amplio bloque político y social. Consecuentemente, IUCM apostaba por poner todo su capital organizativo y político al servicio de esa tarea. Es aceptado desde hace ya tiempo que la división interna con la que se saldó la IX asamblea representaba un lastre para lograrlo, al limitar el potencial de la propuesta. Por tal razón, a finales del año pasado, la Presidencia adoptó una resolución política  que permitió iniciar una senda de diálogo entre las partes. Lamentablemente, el acuerdo sellado por la Presidencia del 10 de abril, pudiendo haber sido de consenso y de suma del 100% de IUCM, del conjunto de su capacidad y capital político, de lo que la afiliación reclama y la calle espera,  se ha quedado en lo que constituirá la antesala, más pronto que tarde,  no sólo de más división, que también,  sino de una seria y profunda nueva crisis política.

LAS FORMAS

La Presidencia constituye el espacio encargado de controlar y marcar el camino en IUCM; el órgano por el que pasan todas las decisiones de la vida política de IU y el lugar ante el que la comisión ejecutiva rinde cuentas. El día 10 de abril, en esa Presidencia se  presentó una lista de 19 nombres sin asignación de tareas, sin hoja clara de ruta sobre cuáles debían ser los ejes de trabajo y sin un verdadero plan. Tampoco se hizo una valoración de idoneidad de personas o del número de puestos. Ni siquiera, a pesar de ser un número total par (20 con el coordinador), se estableció paridad de sexos entre sus miembros, un aspecto de carácter obligado hoy en día. Lo que se hizo, simplemente, fue quitar a unos para poner a otros, eso sí sumando más apoyos  internos y más porcentaje de voto, que no de votos absolutos del órgano. La asistencia a la Presidencia fue menor que en otros momentos y, desde luego, mucho menor de lo que cabía esperar en un momento que se suponía esencial para la organización. El día 10, estuvieron presentes 56 de sus 83 miembros y un 34% de los mismos mostró, a través de su voto, disconformidad con el acuerdo alcanzado: bien con el documento que lo sostenía, bien con la lista que se proponía, bien con ambas cosas.[i]
 
Cierto es que forma y fondo no representan lo mismo, pero no deja de ser revelador que un acuerdo que “aparente y formalmente” suma gran cantidad de apoyos se selle en una Presidencia de la que están ausentes más del 32% de sus miembros (27) y cuya propuesta de dirección suma menos votos totales que aquella que representaba únicamente el llamado 51% de la anterior etapa.[ii]

 EL FONDO

Se presentó en la reunión un documento político que, al igual que en otras ocasiones, irá a las distintas asambleas, la cuales podrán hacer sus aportaciones para que, finalmente, un  Consejo Político Regional, aún sin fecha determinada, voté su versión final.
Lamentablemente, el documento presentado  no añade nada a lo ya establecido en los 14 meses transcurridos desde la IX asamblea regional y los trabajos realizados en los diversos órganos reunidos hasta la fecha. Tareas que en este tiempo han abarcado desde un llamamiento a la convergencia social, pasando por la defensa de un desarrollo participativo del programa, la lucha contra la desigualdad y un largo etc. Al contrario, en algunos aspectos  el documento que se nos propuso se quedaba por detrás de lo anterior y, en otros, por detrás de las peticiones de la calle aparecidas  el 22M o el 3 de abril.

Resumidamente, el documento no apela al desarrollo de un plan de defensa de la industria en Madrid, plan que reclaman los sindicatos y que constituye un elemento nodal para la defensa del empleo y del modelo de futuro en la región. Tampoco adelanta nada sobre la protección del pequeño comercio o en relación a un nuevo modelo productivo. La lucha contra la desigualdad, que se ha resumido en este tiempo a través de la proposición de una ley que establezca un conjunto de derechos vitales básicos y una campaña alrededor de la misma,  también está ausente del escrito propuesto.
Ahora bien, lo que más llama la atención son dos cuestiones. La primera es que el documento no se compromete con lo que ha sido la base de la lucha y de las mareas en este tiempo: el combate contra las privatizaciones. Tal compromiso se salda con un hipotético: “si fuera posible”,  cuando la calle ha respondido el día 22M  o a través de las mencionadas mareas con una expresión mucho más rotunda: “sí se puede”. La reversión de las privatizaciones, por lo menos en sanidad, educación, Canal de Isabel II, y el compromiso de readmisión de los trabajadores de Telemadrid han de constituir, junto con la lucha contra la desigualdad y por el empleo y la vivienda, los ejes de cualquier programa de la izquierda en Madrid; por tanto, no pueden estar ausentes o aparecer diluidos en un documento con la importancia del que nos ocupa. 

El segundo elemento que también llama la atención, precisamente por su ausencia, es la cuestión del gobierno. Ésta aparece sólo como una fórmula pasiva y subalterna dentro del bipartidismo.  En este sentido, el documento señala: “Nuestros votos servirán para desalojar al PP…” y “la decisión sobre la participación o no en los gobiernos dependerá de la militancia de IU en cada ámbito”. Fijémonos que en ningún momento el texto marca cuáles serían las condiciones para un verdadero gobierno de izquierdas, es decir, aquel por el que se supone estamos trabajando en el marco del bloque social y político que se quiere construir.
A poco más de un año de las elecciones municipales y autonómicas resulta necesario avanzar, más si se trata del documento que sella el acuerdo que debería unir a IU y lanzarla a la articulación del cambio y un nuevo gobierno antineoliberal en Madrid, en las bases programáticas que, junto a la movilización, pueden vertebrar tal cambio. 

Como puede observarse, las asambleas tienen ante sí un debate fundamental para mejorar el texto y ayudar con ello al avance de IU.

HACIA UNA NUEVA MAYORÍA

El acuerdo sellado en la Presidencia representa una ocasión perdida para llegar a un acuerdo del 100%, de consenso de toda IU. Y es que el actual nace con varias debilidades que afectan a su fondo. Las ausencias en la Presidencia o  la proporción de  voto, que marca la disconformidad  con lo que se proponía, indican que es así. Pero además, quienes lideran esta operación (el coordinador general, Cambiar IU y la Tercera lista) ocultan una realidad que acabará con un pacto frágil políticamente, basado en un reparto poco transparente de responsabilidades y tareas, y no ajustado a lo que cada una de las partes representa.

El compromiso alcanzado es débil en la política porque no responde, como se ha puesto en evidencia, a muchos de los retos que plantea la situación madrileña, en especial, el problema de las privatizaciones y del gobierno.  También es débil en sus números, no sólo por el reparto, sino porque parte de realidad que ya no existe: hoy por hoy, en IUCM no hay un bloque que reúna al 51%. Este bloque, que representaba la suma de al menos cuatro sensibilidades distintas y que ganó la IX asamblea, está quebrado en dos mitades casi iguales. La ruptura no obedece a razones vacías, sino a causas muy de fondo asociadas al programa, a la relación federal, a los compromisos y el respeto a la vida orgánica, al pago de la carta financiera, a la transparencia de los órganos y al papel y valor de las asambleas de base en problemas como los surgidos en Rivas o San Fernando. El acuerdo de confección de la comisión ejecutiva votado por la presidencia da la espalda a este hecho, no lo considera y, en consecuencia, construye un relato de la realidad completamente falso. A día de hoy, la mayoría en IUCM no la tiene nadie; existe más división que antes y el reparto realizado no obedece a la correlación de fuerzas real. Esta correlación, de aplicarse, colocaría a Cambiar IU y su 37% como el principal actor en la escena. Sorprendentemente este actor, junto a la llamada Tercera lista con su 10%, han preferido aceptar que poco más del 25% logre el 50% de la dirección con 10 nombres y, a buen seguro, también las principales responsabilidades en la gestión diaria de la organización, lo que es sinónimo de ponerle plomo en las alas al acuerdo del día 10.

Responder en el fondo y en la forma a la realidad de la situación de IU, abrir verdaderamente la puerta a la construcción de un bloque social y político creado alrededor de una movilización constante contra las políticas neoliberales, las privatizaciones y las desigualdad, exige hoy, como lo exigió a la salida de la IX asamblea, una propuesta que sume todo el potencial de IUCM. Visto el acuerdo descrito, sumar todo el potencial obliga  a caminar hacia una nueva mayoría que, alrededor de las tareas mencionadas (suma, acción, movilización, programa y gobierno) permitan derrotar al PP y las políticas neoliberales. Un reto que de momento sigue abierto. 

Más sobre los problemas de la nueva y vieja política en: http://laaurora.netpor.org/noticia/608/la-izquierda-y-la-vieja-poltica-en-madrid.html

Carlos Girbau.


[i] El documento fue aprobado con 36 votos a favor, 5 en contra y 15 abstenciones y la Comisión Ejecutiva salió con 37 votos a favor y 19 abstenciones.
[ii] La ejecutiva elegida tras la IX asamblea contó con 43 de los 83 votos posibles.

domingo, 6 de abril de 2014

LA IZQUIERDA Y LA VIEJA POLÍTICA EN MADRID


Las marchas que concluyeron el pasado 22M, y que representaron la defensa clara de una dignidad que se nos arrebata a dentelladas para mayor beneficio de los más ricos, plantea a la izquierda, en particular la transformadora, un reto evidente que, al menos en Madrid, genera dudas.
Las marchas reclamaban pan, trabajo, techo y, sin duda, derechos y libertad. Responder al desafío que estas exigencias plantean implica importantes cambios en la escena de la política.  Las encuestas remarcan, más allá de la caída del PP, una creciente preocupación e interés ciudadano por los asuntos políticos, pero no por los partidos; la política partidaria es vista como algo alejado y desacreditado. Por otra parte, la única manera de acabar poniendo coto al neoliberalismo y acercarse mínimamente  a los objetivos planteados por las marchas está del lado de la movilización social y su transformación en política. Es decir,  del lado de que la lucha y los organismos que a ésta responden y que ésta genera acaben provocando cambios de gobierno, forzando  la redacción de nuevas leyes y, a otro nivel, cambios  en el régimen y en sus instituciones.
Al final, como siempre en la historia, de una u otra manera, la movilización acabará encontrado su correlato en la política. Pero más allá de ese hecho, de lo que se trata es ver hasta qué punto las fuerzas políticas de hoy, especialmente las de la izquierda, se muestran capaces de poner todo el capital acumulado que representan al servicio de dar satisfacción, de manera rápida, a las exigencias de esa movilización.

EL TIEMPO PASA FACTURA
Treinta años de neoliberalismo y de su única “alternativa”, la alternancia socialiberal del PSOE, han pasado  factura a la izquierda. Han sido treinta años en los que la voluntad popular ha quedado reducida casi exclusivamente a la representación parlamentaria e institucional. Años en los que, a pesar de ciertos y meritorios esfuerzos, sobre todo a través de las huelgas generales, los sindicatos han ido viendo como su papel se reducía cada vez más. Años en que la línea de grandes pactos y convenios ha marcado el devenir sindical y político,  subsumiendo en esa lógica toda la lucha. Años que nos dejan un sello de retroceso en la conciencia social y política, de burocratización en las estructuras y de desconexión entre calle y política. 
En consecuencia, resultan necesarios cambios con calado,  de profunda e imprescindible  regeneración. La izquierda, que de manera inmensamente mayoritaria se ha modelado en la transición y dentro del pacto constitucional,  demuestra ahora (las encuestas y el retroceso vital que sufrimos lo prueban) que no es capaz, tal cual se presenta, de parar el vendaval de ataques que sufrimos contra servicios, derechos, empleo o libertades democráticas. 
Por otra parte, la lucha contra tales recortes y sus consecuencias está posibilitando en una parte todavía pequeña pero creciente de la ciudadanía una renovada cultura de justicia social, con la reafirmación de valores igualitarios y democráticos. Pero esa parte de la ciudadanía exige probar y convencerse por sí misma de cuál es el camino para lograr revertir los ataques a derechos y libertades que se producen. Dicho sector es la base que hay que  aprovechar para el avance y el cambio en la política; un avance que es condición inexcusable si se quiere dar respuesta positiva a los lemas de las marchas del 22M.

¿CÓMO HACERLO?
La única manera pasa por una amplia expansión de la democracia y una apuesta incondicional por la unidad. En la lucha, en las organizaciones, en la sociedad y en las formas de participación política.
En este sentido, en el campo que constituye la calle, resulta fundamental defender movilizaciones grandes y unitarias; movilizaciones amplias y mixtas, que sumen todo aquello que se agita, que sean capaces de dar cobertura a todo esfuerzo contra los recortes. Las mareas, las cumbres sociales o las marchas por la dignidad son  el camino a extender. En esta etapa, se construye desde abajo hacia arriba y lo ya construido, lo ya existente previamente, sólo es reconocido si pone su valor al servicio de esos procesos.  
Por su parte, en el terreno de las fuerzas políticas,  las cosas resultan algo más complejas. Por un lado, ante la dificultad, la separación y el apoliticismo reinante en buena parte de la mayoría de la sociedad, incluida aquella que se moviliza, distintas fuerzas prueban suerte avanzando propuestas. Se trata de propuestas que pueden encontrar cierto eco, incluso electoral, pero que por sí solas y  por separado no pueden resolver el problema de la evolución del conjunto. Ni siquiera las fuerzas más grandes por sí mismas, pueden.

MEZCLA, UNIDAD Y PARTICIPACIÓN
Para afrontar la evolución de ese conjunto hace falta mucha más unidad, unidad entre todas las propuestas, en el mensaje, deshaciéndose, como ocurrió en las marchas del 22 al escoger sus lemas, de aquello “más superfluo”.  Por su lado aquello que ya está construido previamente, únicamente será capaz de multiplicar su peso y valor  si  actúa como eje de convergencia no excluyente hacia otras fuerzas y sectores. Es decir, como forjador de grandes alianzas y como espacio que se somete a la máxima participación. En ese sentido, los esfuerzos de participación y de nueva construcción resultan básicos. 
Hoy que la gente pide probar aquello en lo que se halla, que desconfía de lo aprendido por otros durante años (programa y organizaciones) es condición indispensable para enraizar en buena parte de los 179 municipios de Madrid y en la propia Comunidad, un amplio bloque social y político, el que se parta  de abajo. Por tales razones, es necesario  crear un programa a partir criterios participativos y abiertos. Por ese camino se puede unir a la militancia y al activismo con el conjunto de la ciudadanía y, a todo ello, con  la política. El bloque Social y político que la última asamblea regional del IUCM proclamó verá sus avances más sólidos a través de este criterio, mucho más allá que a través de supuestos acuerdos cupulares. Acuerdos nunca descartables, pero que no sueldan. 
Consecuentemente con lo anterior, es fundamental que el programa a presentar en las próximas elecciones municipales y autonómicas se levante de manera participada, de abajo arriba, con la intervención directa de los implicados, y que la elección de los cabezas de todas las listas se realice a través de primarias, abiertas y ciudadanas. Sin ambos requisitos, combatir la división, mover a la vieja izquierda y sus eternos sueños de acuerdos “por arriba” y de aparato que la dominan, será infinitamente más difícil. Como difícil resultará también combatir las viejas costumbres. Costumbres que tardan muy poco tiempo en hacer fortuna incluso en las que aparecen como nuevas opciones.
Finalmente, la vinculación con la propia lista y opción electoral tampoco hoy es algo resuelto. Al contrario, en el marco de actual desconfianza consolidar de manera transparente las alianzas, alentar la participación, combatir la abstención y ligar  todo ello al programa exige que la movilización por el voto sea prolongada y vinculada a todo el proceso programático y éste a la movilización.  Ante esta situación, la defensa de un proceso de elección de los cabeza de lista en las elecciones municipales y autonómicas que parta de un sistema de primarias, abiertas y ciudadanas se transforma en un instrumento de primer orden para la izquierda.
En resumen: unidad, para la lucha, amplitud y convergencia para el programa, grandes consensos y mucha participación y voto en primarias para la elección de los candidatos. Con estas medidas y otras podremos comenzar a decir adiós a la vieja política y sumar regeneración y gente a una nueva política, la que ha de resolver los problemas de esta profundísima y larga crisis, también en Madrid.

Carlos Girbau