El
presidente no electo por votación popular, sino por herencia y escalafón,
de la Comunidad de Madrid, Ignacio González, y la también por sucesión, alcaldesa de la ciudad de Madrid, Ana Botella,
tenían prisa por comenzar este año el curso político (1). El primero colocó el
debate sobre el Estado de la Región el día 3 de septiembre y la segunda,
concentró toda su artillería en la “prevista” elección de Madrid como ciudad
olímpica para los juegos de 2020. Han bastado dos semanas para que el cántaro,
al igual que le ocurrió a la lechera de la fábula de Esopo, se rompiera y el batacazo
político y mediático haya sido de dimensiones, esta vez sí, olímpicas. Un
batacazo que anuncia el fin irremediable de la aplastante hegemonía política
que la derecha neoliberal del Partido Popular (PP) ha mantenido en Madrid
capital, su comunidad autónoma y la inmensa mayoría de sus municipios durante los
últimos quince años.
En el
Estado de la Región, el debate político parlamentario por excelencia junto al
de los Presupuestos, el presidente Ignacio González no expresó ideas nuevas,
sino que insistió en las de siempre y
lo hizo con menos éxito que nunca. González basó su discurso en cuatro puntos:
a) Estamos saliendo de la crisis y pronto vendrá el crecimiento sostenido y el
empleo; (b) necesitamos grandes proyectos como “Eurovegas” (2) e inversiones; (c)
debemos dar confianza a los capitales del mundo entero y ello implica mantener la supuesta
austeridad presupuestaria y, sobre todo, la política de privatizaciones y, (d)
es necesario un reequilibrio de la factura
de Madrid con el Estado, logrando que éste incremente en mil millones el
dinero que le transfiere a la autonomía.
La primera
de las propuestas representa un mantra repetido una y otra vez por todo el
Partido Popular y por no pocos medios de comunicación que están a su servicio,
pero sin que ningún dato serio lo avale. La segunda y la tercera ideas de su
discurso constituyen el nudo gordiano de la política neoliberal del PP: aprovechar
la crisis económica para transferir de manera indisimulada renta y recursos
públicos al 3,5% más rico de la población de la Comunidad. Para ello se siguen
reduciendo sistemáticamente derechos ciudadanos y atacando a las entidades
sociales que los defienden, empezando por los sindicatos (3). La cuarta propuesta,
al igual que la primera, es pura propaganda que pretende extender entre la
población la idea de que Madrid estaría supuestamente maltratada por el Estado.
La marea rompió el dique
Como
decíamos al principio, han hecho falta poco más de 15 días para que todo se
derrumbara. La Olimpiada cambió el
relaxing café con leche de la
alcaldesa por el agua radiactiva de Japón y los
tribunales de justicia suspendieron una de las mayores privatizaciones previstas,
la de seis hospitales de la red de salud pública madrileña. Esta decisión viene
a sumarse a la que meses antes habían adoptado también otros órganos judiciales de suspender la
ejecución del decreto que permitía
a la Comunidad cobrar 1€ por cada medicina que se adquiriera con una receta expedida
por el sistema público de salud. A los
reveses judiciales hay que sumarle el fracaso en la privatización de la gestión del agua que
sigue, al igual que innumerable patrimonio público que se intenta mal vender, sin
comprador.
Esta
situación se produce en una Comunidad cuya deuda es ya de 22 mil millones de
euros y que ahora se verá obligada a renunciar a los más de 280 millones que el
vellocino de oro de las
privatizaciones y el euro por receta le debían aportar. Más allá del revés
económico que esto representa para las cuentas del PP, se trata de una derrota
política. Una derrota que se presenta en forma de autos judiciales, pero que es
en realidad hija directa de la movilización inmensa y tenaz de la población.
Una población que, empezando por
los trabajadores sanitarios y acabando por la gente de a pie, ha defendido y
defiende su sanidad pública. 20 huelgas e innumerables manifestaciones acumulan
la defensa de este derecho básico. No han sido las sanitarias las únicas
movilizaciones de estos últimos 18 meses, maestros, empleados públicos o
jóvenes indignados han salido también repetidamente a la calle. Es un cóctel nacido
sobre el fondo de una profunda crisis económica que supera ya el lustro de
duración.
Lo que hoy
se vive en Madrid es la cosecha que trae la gestión neoliberal extrema, tanto
en la bonanza, como en la crisis, del PP madrileño. Cuando la cosa fue bien,
Madrid enladrilló todo el suelo posible. Se construyó y se impulsó el
endeudamiento de la gente y de las
administraciones públicas hasta el límite y más allá. Se crearon ocupaciones precarias,
de mala calidad y menor valor
añadido. Se redujo la industria y se dio rienda suelta a la especulación. La
corrupción de la mano de los grandes contratos y el crédito barato camparon a
sus anchas, las redes clientelares afectando a todo tipo de cargos del PP hicieron
su agosto. Hoy, en las vacas flacas, de una población total de 5 millones 600
mil habitantes, 645 mil están desempleados,
medio millón en los umbrales de la pobreza (365 mil sin un solo ingreso). El principal
banco financiador de toda la burbuja (Bankia) se halla en quiebra y vive
intervenido con una inyección de 20 mil millones de euros de dinero público y
por su parte, el Ayuntamiento de la Capital tiene una monstruosa deuda de 7.200
millones de euros.
El PP de
la mano del gobierno de Ignacio González en la Comunidad y Ana Botella en la ciudad de Madrid,
se lo jugó a todo o nada en las
olimpiadas, las privatizaciones y Eurovegas. Su fiasco de hoy abre, por primera
vez en muchos años, la puerta hacia un cambio político.
Unir para ganar derechos
La
resistencia a los recortes ha dominado la calle con sus movilizaciones y
acciones. De esa resistencia, de
su avance surgieron las mareas y
plataformas de todos los colores que representan esencialmente a los
trabajadores afectados junto a asociaciones y sindicatos, así como a una parte
de la sociedad sensibilizada. Este hecho no puede negar que, junto a ese progreso,
sigue existiendo una porción fundamental de la sociedad afectada por los
recortes que continua sin implicarse decididamente en su rechazo. Para ese
sector el desempleo, los propios recortes y el enorme incremento de
sufrimiento social que hoy vivimos, siguen siendo sólo resultado de la crisis, no de la política que la trajo, ni de
la política que la gestiona. En resumen, un
mal sin solución del que además, la propia política y los políticos formarían
parte.
Lograr que
una porción mayor de la sociedad vea que su estado actual no es hijo de una
maldición, sino el resultado de una situación social en el marco de una
correlación de fuerzas concreta, no es sencillo. Son las decisiones políticas a
favor de unos pocos lo que pagamos
hoy la inmensa mayoría de la sociedad. Decisiones que sólo la acción de la
mayoría puede cambiar. De ahí que lograr sumar gentes a tales luchas sea lo
esencial.
Ahora
bien, lograr esos cambios y la mayoría que los hará posibles, implica muchas cosas. Entre ellas, por
ejemplo, que la línea que ha posibilitado las importantes movilizaciones de
2012 y primer tercio de 2013 siga. Asimismo, habrá que desarrollar aquello que
debe sustituir (mejorando) a lo que hoy se tiene. Finalmente y, en
paralelo a ambas cuestiones, habrá
que seguir peleando por no perder lo que hoy aún se conserva.
Como puede
verse se trata de una complicada
combinación para cuya resolución deberemos usar las certezas que vamos
encontrando. La primera es que la unidad en la movilización multiplica su resultado.
La segunda es que la sencillez y claridad del mensaje suma fuerzas. La tercera es
que una vez la gente se pone en marcha es difícil hacerla volver a casa sin más.
Finalmente, que cuando la ciudadanía se mueve quiere ser protagonista de su
acción y por ello exige mucha democracia y transparencia.
Por todo
ello, el fracaso olímpico y el
frenazo en las privatizaciones debe ser aprovechado para reforzar las
plataformas y espacios que agrupan a las diferentes mareas. Reforzar la unidad
de cada una de ellas y de todas en su conjunto. Para esto último, la Cumbre Social que agrupa a las
organizaciones que en mayor medida dan alma a tales plataformas es el lugar
natural para ello. Es importante que, a partir de dicha cumbre, se pudiera
avanzar hacia un lenguaje común. No contra el lenguaje de cada parte, sino como
superación compartida. En este sentido, parece claro que el único lenguaje transversal,
universal e incondicional que puede jugar ese papel de cemento entre partes, es
aquel que se base en los derechos de las personas. Avanzar en la afirmación de los
derechos que se exigen como ciudadanos, implica empezar a abrir, a partir de
las entidades sociales, el camino hacia aquello radicalmente democrático que queremos
y que nos une.
Notas:
(1) Más información en el artículo publicado en SinPermiso el
30/09/12 bajo el título: El gobierno de la comunidad autónoma de Madrid, un
ejemplo impecable de neoliberalismo: la lideresa, el legado, el heredero y la
izquierda
(2) Macro casino en manos
del Sheldon Adelson, oscuro personaje del Tea Party americano, propietario de
casinos en Las Vegas y Macao investigado por fraude fiscal y blanqueo de dinero
en los EEU. http://eurovegasno.blogspot.com.es/
(3) Más información en el artículo publicado en SinPermiso el
24/06/12 bajo el título: Madrid necesita menos
derecha y más derechos
Carlos Girbau es Coordinador del Foro social de Madrid.
|
Por un referente constructivo crítico desde IU, comprometido y coherente en la movilización social para una alternativa trabajadora y joven a la crisis económica, en el proceso de formación de los foros para la refundación de la izquierda.
miércoles, 18 de septiembre de 2013
Madrid: El PP y el cuento de la lechera. Carlos Girbau.
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