Por un referente constructivo crítico desde IU, comprometido y coherente en la movilización social para una alternativa trabajadora y joven a la crisis económica, en el proceso de formación de los foros para la refundación de la izquierda.

domingo, 17 de enero de 2010

Haidar y los odios sarracenos

Agustín Santos Maraver

 “Cuando hemos dedicado tanto esfuerzo y énfasis a denunciar los hábitos de desinformación de los medios convencionales, no podemos permitirnos la injusticia y la deshonestidad de no hacerlo cuando se trata de medios alternativos. Mientras que de los primeros no se puede esperar solución porque operan al servicio de poderes que nunca les permitirán informar con honestidad, los segundos deberían preocuparnos cuando también les vemos aplicar métodos de tergiversación que siembran la duda sobre los principios éticos en los que, entendemos, se inspiran los medios alternativos




La huelga de hambre de Aminetu Haidar y la movilización de solidaridad por los derechos del pueblo saharaui que la ha acompañado han servido además para poner de relieve otras prioridades más urgentes. Me refiero a las de quienes consideran que lo importante no es la más amplia unidad de la izquierda para ganar esa lucha, sino, ante todo, ajustar cuentas con un Gobierno del PSOE al que se exige sin embargo soluciones, y aprovechar de paso para hacer de caínes  con antiguos amigos y compañeros. Aunque estas manipulaciones no son sino anécdotas de una lucha a la que poco contribuyeron, mal que pretendan servirse de ella,  destacan por su odio sarraceno las que hace Miguel Romero, “Moro”, en la página web de Viento Sur ("La lucha por la vida de Aminetu Haidar" y "Más allá de lo posible")


Tras este odio sarraceno no deja, con todo, de haber método. La pauta seguida para la calumnia y la difamación es la misma que denunciaba no hace mucho Pascual Serrano, uno de los fundadores de Rebelión, en su artículo “Aprendiendo las formas del enemigo”. Se parte, no de las posiciones políticas públicamente manifestadas por el aludido (en este caso las mías sobre la situación de Aminetu Haidar, publicadas en Sin Permiso el 6/12/2009 y el 20/12/2009) sino de manipular hechos, citar parcialmente textos premeditadamente privados de contexto, cuando no censurados,  a fin de  hilvanar una narrativa rebosante de suposiciones arbitrarias, juicios de intenciones y comentarios morales sobre lo que se fantasea como “sucedido”. La persona contra la que se realiza este ejercicio visceral  está, por supuesto, condenado de antemano.

Porque se ha construido, lo primero, un “caso”; se ha despojado, después,  a las personas encausadas de cualquier característica humana que no sea la maldad, para entrar luego en  un vapuleo gratuito. Vapuleo que descarga, acaso y cuanto mucho, los particulares odios de un autor que no duda en subirse a la peana y autoelevarse a la estatura moral de la propia  Aminetu Haidar. El “enemigo” contaminante al que se refería Pascual Serrano en el artículo citado son los “medios comerciales”, pero no creo que se puedan ignorar en la izquierda las secuelas del estalinismo –en este caso entre quienes lucharon contra él- y del sectarismo. Miguel Romero es una prueba de ello en los dos panfletos que ha dedicado a este ejercicio.

Aminetu Haidar volvió a El Aaiun el 17 de diciembre como consecuencia de la propia tenacidad de su huelga de hambre, la ampliación unitaria de la campaña de solidaridad y de una compleja negociación diplomática entre España, Francia, Estados Unidos y Marruecos. Todo ello permitió cambiar una correlación de fuerzas muy desfavorable y que era la misma que había llevado al bloqueo de las negociaciones para la resolución del conflicto del Sahara Occidental en el marco de Naciones Unidas, el aumento de la represión en el Sahara ocupado y la expulsión de Aminetu Haidar. Naturalmente no es lo mismo vivir y acompañar un proceso de lucha como este cuando se está desarrollando, que analizarlo a posteriori. El segundo de los panfletos de Miguel Romero es un intento de justificar contra los hechos –la vuelta de Aminetu Haidar a El Aaiun- las opiniones vertidas en el primero, manteniendo las calumnias sin enmendarse o ampliándolas hasta el disparate como la acusación de que la Proposición no de Ley aprobada por el Congreso de los Diputados tenía el objetivo de “acorazar al Gobierno si Aminetu hubiera muerto”. Basta leer el texto para darse cuenta que se trata de una tontería.


La política del sectarismo

Antes de ir a los hechos, conviene poner en su contexto la utilización que hace de ellos Romero (así como Willy Meyer, europarlamentario de IU y dirigente del PCE). La lucha de Aminetu Haidar y la campaña de solidaridad de toda la izquierda les han servido de escenario para la tragicomedia de la pinza con la derecha. Si los objetivos de la derecha del PP son evidentes -recuperar cuanto antes el Gobierno para imponer una contrarreforma laboral contra los trabajadores y una contrarrevolución contra los derechos de las minorías-, los de la izquierda sectaria se basan en su propósito  de reconstruirse parasitando de los numerosos errores, vacilaciones y concesiones del Gobierno del PSOE en su pugna con la derecha, en vez de construir una alternativa para el conjunto de la izquierda.

El objetivo de la izquierda sectaria no es la movilización del conjunto de la izquierda, a fin de crear unas condiciones que permitan el desplazamiento del Gobierno hacia políticas más de izquierda, o la creación de una alternativa social e institucional a la hegemonía del zapaterismo,  capaz de hacer frente a la derecha. Por el contrario, su objetivo no es otro que la propia justificación de su existencia, transformados en una o varias sectas incomprendidas, incapaces de explicar cómo a pesar de tener razón nadie se la da, empezando por los propios trabajadores cuyos intereses pretenden representar en exclusiva, sin que nadie se lo pida o se lo agradezca.

Romero hace varias referencias, en la segunda postdata de su primer panfleto y también en el segundo, a la “correlación de fuerzas” como si no fuera otra cosa que una coartada para actuar “con total libertad de movimientos, según convenga”. Siento desengañarle. Se trata, por el contrario, de comprender las limitaciones en las que se inicia toda acción que quiera de verdad superarlas, no solo “denunciarla”. Solo partiendo del “sentido común” en el sentido de Gramsci, de la comprensión de la realidad en todas sus contradicciones,  es posible utilizar estas para cambiar esa realidad a favor de los intereses de la mayoría. Es más, como ya ha olvidado Romero, solo partiendo de la conciencia y de la percepción de esa realidad que tiene la mayoría es posible proponer su acción unitaria para cambiar esa realidad y a esa mayoría que son los trabajadores en un proyecto socialista.

Para los sectarios autocomplacientes, el curso de acción para cambiar la realidad no pasa por la unidad de la izquierda social y política, eso que en nuestra ya vieja y compartida tradición se llama un frente único de la población trabajadora. No, lo importante para ellos es el emplazamiento ideológico, la denuncia simbólica, la búsqueda de una fantaseada “pureza” que les permita reconocerse a sí mismos, en un problema de identidad que -¿hará falta decirlo?- nunca puede tener solución. El escrito de Romero es un ejemplo patético de este estilo, que no tiene nada que ver con el marxismo y sí mucho con el trágico “tercer período” estalinista. Sus consecuencias prácticas en la actual “correlación de fuerzas” no son nada despreciables, porque solo sirven para allanar objetivamente el camino a una victoria del PP en el 2012. Lo que en la práctica es también abrir la puerta a la derecha contra los trabajadores, sin por ello reforzar su capacidad de respuesta contra las políticas neoliberales –incluidas las que aplica el PSOE- ni dar un solo paso positivo para construir una alternativa política y una hegemonía a la izquierda del zapaterismo.

Los hechos: la “complicidad”

Romero pretende que Moratinos “justificó la decisión del Gobierno marroquí de expulsar a Aminetu”. Miente. En varias declaraciones Moratinos ha dicho que cuando fue informado por el Ministro de Asuntos Exteriores marroquí de la expulsión, le señaló que era “contraria al derecho internacional” . Pero Moratinos es una mera excusa en la narrativa de Romero, porque el objeto de su indisimulado odio sarraceno soy yo. Por eso fantasea con una supuesta “división de trabajo en la cúpula de Exteriores”. A pesar de que en todas mis declaraciones públicas he subrayado que había dos puntos fundamentales de acuerdo: 1) que la expulsión de Aminetu Haidar por las autoridades marroquíes fue una violación de sus derechos y;  2) que una solución definitiva de las causas de fondo que provocan la violación de los derechos de la población saharaui, como en el caso de la Sra. Haidar, solo será posible con la negociación y acuerdo entre las partes en el conflicto del Sahara Occidental y el ejercicio del derecho de la libre autodeterminación del pueblo saharaui, en cumplimiento de las resoluciones de Naciones Unidas.

Sobre la base de este doble acuerdo era y fue posible una movilización del conjunto de la izquierda en el Estado español. En cambio, sobre la construcción de una teoría conspirativa de la “complicidad” del Gobierno del PSOE en el “secuestro” de Aminetu Haidar, solo era posible dividir la movilización, enfrentando por un lado al PSOE, UGT y CCOO y las organizaciones municipales de acogida en verano de los niños saharauis (mayoritariamente socialistas) , y por otro haciendo coincidir a gentes como Romero o Willy Meyer con Rosa Díez o Rajoy, cuya prioridad no es la defensa de los derechos del pueblo saharaui sino la derrota electoral del Gobierno Zapatero en el 2012.

Flaco favor la de los sectarios a la causa de Aminetu Haidar. A medida que los delegados del Frente Polisario han ido comprendiendo la situación política creada en España y lo que puede suponer para reforzar sus propias posiciones en el proceso de negociación auspiciado por Naciones Unidas, los sectarios van creando un escenario en el que no se puede reconocer ese gran cambio en la “correlación de fuerzas”, producto de la movilización del conjunto de la izquierda, incluido el PSOE, UGT y CC OO.  Tras exigir objetivos absurdos para una huelga de hambre de esta dureza (como el número de pasaporte, o que este fuera llevado al aeropuerto por las autoridades marroquíes), se confinó el objetivo de una lucha, la del pueblo saharaui, a un caso específico y personal, por muy importante que sea, como si su derrota o victoria personal -como finalmente afortunadamente sucedió- pudiera suplir la lucha de todo el pueblo saharaui, su victoria o derrota. En este sentido, para el narcisismo sectario es poco menos que anatema la deliberación colectiva sobre los métodos de lucha individuales –aunque se parta del principio de que solo a la Sra. Haidar le correspondía tomar sus propias decisiones- y no se le acababa  dejando más opciones abiertas que la auto-inmolación o la traición a la causa del pueblo saharaui en caso de que la acción colectiva no fuese capaz de cambiar la tan menospreciada “correlación de fuerzas”.

Todas las menciones a la “ilegalidad” y “complicidad” de la entrada de la Sra. Haidar en España han sido ya aclaradas por el Juzgado número 4 de las Palmas y por el propio piloto de la compañía CAU en el que voló tras ser expulsada de El Aaiun la Sra. Haidar. Se cumplió la legalidad, a pesar de las acusaciones de los nuevos defensores de la Ley de Extranjería de que el Gobierno la había violado. Se interpretó esa legalidad por el Comisario de fronteras, sin recibir instrucciones, y el piloto, según sus propias declaraciones a los medios españoles, tomó él la decisión –también legal- de llevar a España a  la Sra. Haidar tras su expulsión . De hecho, la única mención al supuesto “aval” del Gobierno del PSOE a la expulsión son las palabras pronunciadas por un comisario de policía marroquí, que, sorprendentemente, no se ponen en duda en ningún momento.

Los hechos: “la desactivación de la resistencia”

Romero construye sobre los ofrecimientos del Gobierno a la Sra. Haidar una segunda teoría conspirativa, cuyo objetivo real sería “desactivar la resistencia de Aminetu”. El único inconveniente que tiene esta teoría es que esos ofrecimientos, tanto en las grabaciones de las reuniones mantenidas con la Sra. Haidar como con sus abogadas, que fueron grabadas y transcritas, como en las ruedas de prensa en Lanzarote, se hicieron con la condición de que “la Sra. Haidar no pudiera volver a su hogar en El Aaiun”.

No podía ser de otra manera si se partía públicamente del hecho de que la expulsión de la Sra. Haidar era una violación de las obligaciones legales del Reino de Marruecos tanto con sus súbditos como en el caso de los saharauis residentes en el Sahara Occidental bajo ocupación marroquí. Esa condición, evidentemente relacionada con la “correlación de fuerzas” que tanto desprecia Romero, es olvidada en su relato. Pero es fundamental, porque demuestra que en todo momento se respetó la lucha de la Sra. Haidar, incluidos sus ritmos en la huelga de hambre. Solo cuando se comenzó a señalar por parte médica su debilidad en la segunda semana de huelga de hambre  y se obtuvo por escrito confirmación de la negativa marroquí de permitirle el retorno si no pedía “perdón” y la “marroquinidad” del Sahara, se procedió a señalar como alternativa para continuar su lucha la tramitación del estatuto de refugio y asilo o de la nacionalidad española, señalando al mismo tiempo que no eran sustitución del pasaporte marroquí para poder volver a El Aaiun, porque no suponían una mayor garantía o ninguna de retorno o de no ser expulsada de nuevo.

La Sra. Haidar, en las declaraciones que cita Romero, pero también en otras, agradeció al Gobierno español su ofrecimiento, que no aceptó por razones políticas para continuar su lucha, no porque se tratase de ninguna “indignidad” como dijo Willy Meyer. El ofrecimiento para instalarse y continuar su lucha en España con todos los derechos, cuando ella quisiera y no antes, era además un reconocimiento de que la “correlación de fuerzas” había variado con su huelga de hambre y que podía continuar su lucha por los derechos del pueblo saharaui con el respaldo del Gobierno español.

Los hechos: “el indecente montaje”

Para que el ofrecimiento de continuar la lucha de la Sra. Haidar en España tuviera credibilidad, porque se habían hecho todos los esfuerzos para su retorno, el Ministerio de Asuntos Exteriores y de Cooperación decidió poner a disposición de la Sra. Haidar los medios para su retorno. Sin pasaporte, ninguna compañía comercial podía legalmente venderle un pasaje de avión a El Aaiun. Sin el marroquí y sin aceptar el ofrecimiento del español, la salida de la Sra. Haidar solo era posible con una Resolución excepcional del Ministerio del Interior y en un avión fletado para la ocasión.

Se informó diplomáticamente a las autoridades marroquíes de la intención de realizar dicho vuelo, en el ejercicio del derecho al retorno, reconocido por el derecho internacional, de la Sra. Haidar. Y al mismo tiempo se solicitaron, como ocurre en cualquier vuelo, los permisos necesarios a las autoridades de aviación civil marroquíes para sobrevolar su espacio aéreo y  aterrizar en El Aaiun, con una lista de pasajeros de ida encabezada por la Sra. Haidar y otra de vuelta sin ella.

Ese permiso, que es el mismo con el que operan todos los días todos los vuelos entre España y Marruecos y es el único exigible de acuerdo con las Convenciones de la OACI, fue dado positivamente tres cuartos de hora después de ser solicitado. Es más, fue reiterado ya en pista, con el avión a punto de situarse en posición de despegue. Solo en la segunda confirmación fue retirado por las autoridades de la Torre de Control de El Aaiun el permiso de aterrizaje, no el de sobrevuelo, alegando razones técnicas, por lo que se continuó con el despegue. Y solo después fueron retirados todos los permisos por parte de las autoridades marroquíes, que no respondieron a las gestiones diplomáticas –en las que no se solicitaba permiso al no ser preceptivo, sino que se informaba del vuelo- hasta después de haber bajado del avión.

Lejos de un “montaje”, y con el completo conocimiento de la Sra. Haidar y de su médico como pueden confirmar testigos, fue un intento de llevar a cabo el ejercicio del derecho al retorno de la Sra. Haidar, presionando a las autoridades marroquíes para que lo respetasen no con palabras, sino con hechos. Y aceptando la gestión de las fricciones en las relaciones bilaterales entre ambos estados que ello implicaba, se pudiera aterrizar o no. Por eso, en la rueda de prensa subsiguiente se dijo claramente que la retirada del permiso de aterrizaje suponía una tercera violación de los derechos de la Sra. Haidar.

Aunque el diario El País ofreció una crónica bastante detallada de todo este intento, Romero prefirió citar como base de sus calumnias la noticia mucho más breve aparecida en Público el mismo día. La elección de fuentes no fue casual, como tampoco que nunca intentase contrastar conmigo sus suposiciones o los hechos a los que se refería. En realidad escribió su panfleto calumniador pocas horas después de la entrevista que publicó  Sin Permiso el día 6 de diciembre, tras las Jornadas de la revista, celebradas en Madrid y a las que asistió brevemente. Lo mismo ocurrió con la segunda entrevista publicada en Sin Permiso, tras el éxito del retorno de Aminetu Haidar a El Aiun el 17 de diciembre. Creo que lo expresado en ella es más que suficiente para comprender por qué no fue posible el primer viaje y sí el segundo, a pesar de los peligros políticos que implicaba para la causa del pueblo saharaui la negociación diplomática que conseguiría la vuelta de Aminetu Haidar a El Aiaun y que fueron evitados a pesar de todas las presiones.  

El odio sarraceno de Miguel Romero responde a un ajuste de cuentas entre antiguos amigos, provenientes de la antigua LCR. Romero me va a permitir que guarde de él la memoria del dirigente que fue y al que tanto quise. No de la persona en que se convirtió tras el fracaso político de la disolución de la LCR y la fusión con el MC.  O del miembro de una ONG que diseñaba programas de cooperación para justificar su sueldo y que cada vez que le pedíamos tomar posición nos respondía que no quería hacer política en el lugar en el que trabajaba. O del que cuando visitaba su ciudad natal, Melilla, evitaba hacer declaraciones políticas. El que nunca encontraba la “correlación de fuerzas necesaria” para hacer balance del fracaso final de la LCR y evitar que su herencia se convirtiese en un mito. Mucho me temo que la causa del odio sarraceno de “Moro” no es otra que la amargura sectaria.









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