Declaración del POR
Haití nos llama: solidaridad
En Haití la tierra se sacudió brutalmente contra un pueblo pobre y digno. La solidaridad debe reaccionar con la misma fuerza que ha hecho el terrible terremoto. Es lo que merece la población haitiana. Llegó la hora de hacer una auténtica solidaridad con un pueblo que hizo historia en América y que hoy es el más pobre, como consecuencia de la expoliación sufrida por las potencias imperialistas dominantes. ¡Es la hora de la solidaridad pensando y exigiendo también una reparación histórica de Haití!
Imperialismo y catástrofes permanentes
Haití vivió procesos extremos a lo largo de su historia. Fue uno de los países más ricos de la América Latina colonial, entre los primeros exportadores de azúcar del mundo en el siglo XVIII. Pero la riqueza de la tierra se convirtió en pobreza de los hombres. Los esclavos africanos trabajaban como animales para edulcorar los cafés y tés europeos. En 1792, Haití fue escena de la primera revolución social esclava del planeta. Fue Haití quien obligó a Francia a abolir la esclavitud en su imperio. Los haitianos revolucionarios de 1792 fueron por eso llamados “jacobinos negros”. Se constituyó una valiente “República Negra”. En 1802, Napoleón decretó la vuelta del sistema esclavista en sus colonias. Haití se sublevó nuevamente, y en 1804 su pueblo conquistó la independencia política nacional.
Fue el primer país latinoamericano que se emancipó (formal y parcialmente) del yugo europeo. Las elites latinoamericanas atravesaron el siglo XIX bajo el fantasma de la revolución esclava en Haití. Y Haití atravesó el siglo XIX siendo asediado por los norteamericanos. Después de la invasión de los marines en 1888, el más largo período de intervención yanqui duró de 1915 a 1934. De 1957 a 1986, el país sufrió la dictadura de los Duvalier (Papa Doc y su hijo, Baby Doc). Con las tropas paramilitares aterradoras llamadas los “tonton macoutes”, los Duvalier profundizaron el cuadro de miseria y violencia, y sometieron el país a una dictadura marcada por asesinatos y desapariciones.
Después de sucesivas juntas militares provisionales, Jean-Bertrand Aristide fue nombrado presidente en 1990. Sin embargo los militares volvieron al año siguiente. Después de una sucesión de golpes y contragolpes, Aristide volvió al poder en 2001. En medio de una ola de protestas salió del poder y se exilió en África en 2004.
Inversión social y humanitaria
En ese momento, con la tragedia sin precedentes del terremoto del día 12, urge dedicar todos los medios en efectiva ayuda humanitaria. El Estado haitiano, ya de por sí enormemente débil, prácticamente ha desaparecido. El envío de miles de marines amenaza en convertir la ayuda humanitaria en ocupación militar. Hay que evitarlo. La destrucción y los miles de muertos tienen una relación directa con la pobreza y miseria del país. Es urgente enviar alimentos, agua bebible, ropas, medicinas, y otros productos de necesidad básica. La situación de caos y desamparo es extrema.
Es preciso que toda la inversión en Haití sea inmediatamente convertida en inversión social y humanitaria. Esa es hoy la principal exigencia. Se dice que la ayuda internacional prometida hasta hoy solo significa el 3% del PIB de Haití. Es necesario multiplicarla. Que todos los países y organizaciones financieras internacionales decidan anular la deuda del país. Que se establezcan medidas de regularización para los haitianos que residen en España. Que las aportaciones individuales se canalicen a través de las iniciativas de los sindicatos, IU, EUiA, EBB.
La miseria de un país
Con 9 millones de habitantes, 95% negros. 47% de la población mayor de 15 años es analfabeta. Con el PIB per capita más bajo de América Latina, Haití solo supera a algunos países de África. De 7 mil millones del PIB, el 40% corresponde al envío de remesas por haitianos que viven en el exterior, sobretodo Miami y Nueva York.
La distribución de la renta es también de las más desequilibradas del mundo: el 10% más pobre reúne el 0,7% de la renta nacional, mientras el 10% más rico el 47,7%. El 80% de la población sobrevive por debajo de la línea de pobreza, o sea, con menos de 1 dólar diario. El 75% de las casas no poseen saneamiento básico, más del 60% de la población no tiene acceso a agua bebible y no hay servicio de recogida de basura. El desempleo alcanza al 80% de la población y el salario medio no llega a 50 dólares mensuales. La tasa de mortalidad infantil es la más alta de América Latina y solamente el 24% de los partos reciben servicio médico. La expectativa de vida es de 49 años.
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